INVESTIGACIÓN. EL ACTUAL MINISTRO DE GOBIERNO Y JUSTICIA, DANIEL DELGADO DIAMANTE, ENVUELTO EN UN ASESINATO A SANGRE FRÍA DE UN MILITAR DE LA GUARDIA NACIONAL EN 1970.
Un asesinato impune: justicia en la era torrijista
El 8 de febrero de 1970 el entonces subteniente Daniel Delgado Diamante mató a un subalterno en su propia casa.
Los militares ocultaron el crimen: nunca se investigó. Hoy, tras 38 años de silencio, los familiares piden justicia.
Daniel Delgado Diamante pensó que mató a un perro”. Teófila García. Hermana menor del militar muerto.
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Santiago Fascetto
Unidad de Investigación
sfascetto@prensa.com
El subteniente Daniel Delgado Diamante destrozó de una patada la puerta de entrada. Dio dos pasos y, resuelto, se enfrentó al hombre sin camisa que lo miraba desde la penumbra del cuarto principal de la pequeña casa.
–Haga lo que quiera, estoy desarmado -dijo el cabo Andrés García apenas tuvo enfrente a Daniel Delgado Diamante, su oficial superior.
El sol se colaba por las ventanas del cuarto en el que estaban los dos militares. Afuera, la música flotaba en el barrio de Panamá Viejo. Todo era baile, licor y fiesta el domingo 8 de febrero, el segundo día del Carnaval de 1970.
–Haga lo que quiera, estoy desarmado -volvió a repetir el cabo Andrés García desde el cuarto en penumbras de su propia casa de la calle 9. Hasta allí lo había perseguido, corriendo, Daniel Delgado Diamante.
Las palabras de Andrés García –el ruego, la súplica– recibieron una respuesta altiva: el subteniente Daniel Delgado Diamante sacó su pistola y apuntó al cuerpo de su subalterno.
Un instante después apretó el gatillo, tres veces.
Andrés García perdió el equilibrio, cayó al suelo, y enseguida se llevó una mano a la ingle: desde esa parte de su cuerpo comenzaba a salir una catarata de sangre.
Minutos antes, Jean Black se había cruzado en la entrada de la casa con su esposo, Andrés García. Sin saber que detrás de su marido venía, furioso, el subteniente Daniel Delgado Diamante, Jean Black caminó unos pocos pasos y se fue para la parte de atrás del terreno con sus tres hijos pequeños: Anabella, Nancy y Andrés.
Desde esa parte de la casa –ubicada a unos pocos metros de la puerta principal– escuchó, segundos después, todo: el ruido de la puerta destrozada, la súplica de su esposo, y luego los tres tiros.
Paralizada por el terror, se quedó a unos metros hasta que Daniel Delgado Diamante salió de la casa, cruzó miradas con un par de vecinos, y volvió al cuartel de Panamá Viejo. Estaba acompañado por un par de efectivos que también llegaron al lugar.
“Eso fue horrible, dentro de la casa lo mató; tres tiros le dio. Él se comenzó a desangrar ahí, eso era un charco de sangre muy grande”. Jean Black ya no es la joven de 22 años que escuchó cómo mataban a su esposo en su propia casa hace 38 años. Habla pausado. Le cuesta. Tras una o dos frases, los ojos se le llenan de lágrimas y no puede terminar: “Oí los tiros y todo”, recuerda.
LOS ÚLTIMO MINUTOS
El ruido, los gritos y los disparos alertaron a los vecinos. De golpe la casa se llenó de gente.
Dos compañeros de armas de Andrés García que estaban charlando, de casualidad, a pocos metros de su casa –y que lograron ver los hechos– corrieron a ayudarlo: lo levantaron de las manos y los pies, y lo llevaron hasta un carro que aceleró rápido hacia el Hospital Santo Tomas.
Un chorro de sangre brotaba de la ingle de Andrés García.
–Llamen a mi esposa, llamen a mi esposa -dijo con la cara apretada de dolor.
–¿Dónde está? -le preguntó alguien.
–Llamen a mi esposa, llamen a mi esposa -repitió sin escuchar respuestas y a punto de perder el conocimiento.
Ya tenía la absoluta seguridad de que iba a morir.
No llegó vivo al Hospital Santo Tomás. El certificado de defunción emitido por el Tribunal Electoral concluye que Andrés García Torres murió a causa de un “shock hemorrágico por herida con arma de fuego” el 8 de febrero de 1970 a las 5:00 p.m.
En otras palabras: murió desangrado luego de que una bala atravesara su arteria femoral.
La persona que reconoció su cuerpo en la morgue del Hospital Santo Tomás fue su padre, Benito García.
A su madre, María Teófila García, le tocó otra tarea también difícil: negociar el cuerpo de su hijo con la Guardia Nacional de Omar Torrijos.
–Señora, deje que nosotros lo enterramos -le dijo un militar aquella noche de domingo en el hospital.
La Guardia Nacional quería enterrar a Andrés García esa misma noche. Y lo querían hacer ellos, sin intervención de la familia.
Pero María Teófila Torres, mujer de rienda firme, no dudó un instante:
–A mi hijo lo entierro yo.
Y así fue: al otro día, la familia enterró a Andrés García en el cementerio de Alcalde Díaz, lugar en donde vivía su madre, su padre, y sus otros cinco hermanos.
ASUNTOS INTERNOS
La muerte del cabo –que cumplía funciones en el Compañía “Los Tigres” de Panamá Viejo– se manejó como un problema interno de los militares.
Horas después del crimen, a la casa de la calle 9 llegó el Departamento Nacional de Investigaciones (Deni) para evaluar el lugar del asesinato de Andrés García. Lo primero que hicieron los militares fue cercar la casa, aunque todo fue una “puesta en escena”: un mes después de la muerte del cabo, un familiar pasó por la casa cerrada y se encontró con que todo estaba igual.
El asesinato nunca salió de la esfera militar. La justicia nunca posó su mirada sobre la ráfaga de balas que Daniel Delgado Diamante descargó contra él: jamás hubo una causa ni una investigación del Ministerio Público, según los familiares.
Tampoco la Comisión de la Verdad –creada el 18 de enero de 2001 e integrada por varias figuras civiles del país– registró en su informe final sobre los crímenes de la dictadura el asesinato de Andrés García. Hasta hoy estaba oculto. O, en todo caso, solo estaba presente en un puñado de personas.
¿Cómo se manejó el crimen? Un puñado de dólares, promesas, miedo e impotencia contribuyeron a que el asunto no saliera a la luz.
Nada se dejó librado al azar: la viuda de Andrés García logró que los militares le pagaran una pensión de 50 dólares mensuales por cada uno de sus tres hijos. Además, luego de ir cada semana durante un año a la sede del Estado Mayor de la Guardia Nacional para pedir ayuda, le dieron un trabajo en el Ministerio de Obras Públicas por el cual le pagaban 55 dólares por quincena.
“El asesinato no quedó en nada, nosotros nunca supimos nada: todo se quedó así”. Teófila García –hermana menor del militar muerto– hace un esfuerzo para terminar la oración. Una y otra vez lleva a sus ojos un pañuelo blanquísimo. “Ese ha sido el mayor dolor de nosotros, el ver que cuando hay poder no pasa nada”, dice. En la galería de su casa, junto a su esposo Eduardo Juárez, trata de buscar años atrás el porqué de tanto silencio que hoy destroza con cada palabra: “Hijo, en esa época uno no podía meterse con ellos y nosotros no teníamos el apoyo de nadie”, dice. Y agrega: “Daniel Delgado Diamante pensó que mató a un perro”.
La otra punta de la historia, la que involucró al hoy ministro de Gobierno y Justicia, también se resolvió desde la cúpula del poder que manejaba Omar Torrijos. El general lo salvó. Y lo salvó dos veces.
La primera fue el mismo día del crimen. Para la noche de ese domingo, la mayoría de los efectivos de la Compañía “Los Tigres” de Panamá Viejo sabía de la muerte de Andrés García. Y algunos estaban dispuestos a vengar su muerte.
Un par de compañeros se ofrecieron, cuando bajó el sol, a buscar a Daniel Delgado Diamante para saldar la cuenta que dejó impaga.
“Lo querían linchar, había mucho descontento porque al Zorro García lo quería todo el mundo”, cuenta un militar que compartió con él varias horas de cuartel. Hoy las canas invaden su escaso pelo. Hace varios años dejó el uniforme verde. Bajo la condición de hablar sin ser identificado, dice: “Delgado Diamante falló por todos lados; por no obedecer una orden no se saca un arma y se dispara. El Zorro era de la tropa”.
El Zorro es Andrés García. Así lo llamaban sus compañeros, que aquella noche de domingo de 1970 no pudieron cobrar ojo por ojo y diente por diente la muerte de su amigo. Apenas los oficiales superiores supieron del asesinato, sacaron del Cuartel de Panamá Viejo a Daniel Delgado Diamante.
La segunda vez que Omar Torrijos lo ayudó fue el 12 de febrero de 1970, cuatro días después del incidente. Ese día el general formalizó su traslado al Cuartel Central de la Policía de Panamá. Pagó la vida de Andrés García barata: solo unos días de arresto.
La idea de Omar Torrijos era mantenerlo allí hasta que pasara el descontento de la tropa.
Igual su protegido no pasó apuros: durante el día realizaba tareas administrativas internas; descansaba en un dormitorio especial y siempre se lo veía en el salón reservado solo para oficiales.
Un militar, que cumplía funciones en el Cuartel Central de la Policía de Panamá en esa época, dice que la muerte de Andrés García se trató como un incidente interno institucional. Tres palabras, utiliza, para definir ese asesinato: incidente-interno-institucional.
Lo usual –agrega otro militar que también habló con la condición de no publicar su nombre– hubiera sido que Daniel Delgado Diamante fuera dado de baja para poder ser sometido a la justicia civil.
Pero nada de eso pasó.
El 4 de marzo de 1970 –menos de un mes después del crimen–, Daniel Delgado Diamante salió de su cárcel de lujo y fue transferido a la Tercera Zona Militar en la provincia de Veraguas.
En su hoja militar de servicio no hay ninguna marca que delate los tres tiros que le disparó a su colega. Lo que sí está registrado es el nuevo traslado que se le ordenó cuatro meses después: de Veraguas volvió a la ciudad para ser parte de la escolta personal del jefe, Omar Torrijos. Un premio.
LOS MEDIOS, AFUERA
El manejo, a ras de la tierra, de la muerte de Andrés García también incluyó a los medios gráficos, intervenidos por los militares desde el golpe de 1968.
A control remoto, la revolución torrijista monitoreaba qué salía y qué no en las páginas de los periódicos.
En su edición del 11 de febrero de 1970, el desaparecido diario La Hora reportó casi al final de la portada el asesinato del militar.
El periódico no solo evitó dar detalles, sino que además esquivó la verdad: informó que “Andrés García murió en una riña en Panamá Viejo”.
Otro militar retirado –que habló con este diario– lo ratifica: “Ese incidente lo manejamos nosotros”.
LAS DUDAS, 38 AÑOS DESPUÉS
Solo en la cabeza del actual ministro del presidente, Martín Torrijos, está la respuesta a la pregunta que retumba, aún hoy 38 años después, en la cabeza de la gente que conocía a Andrés García: ¿Por qué?
Hay que volver a la mañana del domingo 8 de febrero de 1970 para tratar de buscar alguna pista que comience a armar el rompecabezas.
Apenas despuntó ese día, Andrés García se juntó a beber con dos compañeros en una cantina de Panamá Viejo. Era pleno Carnaval y a las 6:00 p.m. tenía que acuartelarse porque al otro día iría a una competencia de tiro en la Zona del Canal, según relató un ex compañero.
Por eso, desde la mañana comenzó a despedir la fiesta con alcohol. Y al mediodía, medio borracho, llegó a su casa y cruzó algunas palabras rabiosas con su suegra, Marciana Saavedra.
Enojado, pegó un portazo y se fue caminando al Cuartel de Panamá Viejo para dormir. Era cerca de la 1:00 p.m.
Andrés García logró descansar un par de horas en el cuartel que le sirvieron, además, para enfriar la cabeza tras varios tragos. Se levantó y decidió volver a su casa, ubicada a solo unas cuadras del cuartel. Eran alrededor de las 4:00 p.m.
Pero Daniel Delgado Diamante se opuso. Había quedado a cargo del cuartel por la ausencia del jefe de la compañía, el entonces capitán Rogelio Alba, quien se encontraba en la otra punta de la ciudad: estaba cuidando el desfile de Carnaval en la Avenida Central.
Daniel Delgado Diamante hacía solo 29 días que había vuelto graduado de la Escuela Militar Gerardo Barrios, de El Salvador. Y, recién llegado, quiso hacer valer su rango ante el cabo rebelde, quien insistía en irse a su casa a pesar de la prohibición de su superior.
Hubo un altercado con un tercer compañero y , luego de eso, Andrés García cruzó el portón del cuartel y comenzó a desandar el camino hacia su vivienda.
Daniel Delgado Diamante, furioso, salió tras él. Su subalterno le había desobedecido.
¿CÓMO SE HIZO EL REPORTAJE?
Gracias a la colaboración de un gran número de personas, La Prensa logró reconstruir, paso a paso y tras varios meses de investigación, el asesinato de Andrés García, y la suerte que corrió Daniel Delgado Diamante. Este diario habló con seis ex militares activos en el verano de 1970. En su mayoría fueron compañeros de Andrés García en el Cuartel de Panamá Viejo.
Todos pidieron reserva de sus nombres por temor a represalias, aunque unos de ellos se mostraron dispuestos a narrar lo sucedido si son llamados a declarar ante la justicia. La Prensa también logró conocer –y grabar– la versión de los familiares directos de Andrés García, algunos presentes en el momento del asesinato, que ocurrió ante la mirada de varios vecinos de Panamá Viejo y dos ex compañeros (La Prensa los identificó) del cabo fallecido. Los familiares –tres hermanos, su esposa, y uno de sus hijos– aportaron, por otro lado, las fotografías que acompañan este reportaje.
Además, se consiguió la hoja de servicio militar de Daniel Delgado Diamante, en la que están detallados sus traslados antes y después del crimen.
El paso del actual ministro de Gobierno y Justicia por el Cuartel Central de la Policía de Panamá fue narrado por otro ex militar, quien tuvo la oportunidad –en aquel momento– de dialogar con él de lo ocurrido.
A ello se sumó, asimismo, el certificado de defunción de Andrés García, que emitió el Tribunal Electoral.
EL EXPERTO TIRADOR
.PERFIL: Familiares y ex compañeros coinciden en tres cosas: siempre tenía una sonrisa, se llevaba bien con todos y era un destacado tirador cuando un fusil caía en sus manos.
Hay, además, una cuarta cuestión en la que todos coinciden: el cabo Andrés García no se merecía ese final.
Nació en el barrio de Calidonia (Panamá) el 4 de febrero de 1941. Hacía cuatro días que había cumplido 29 años, cuando una bala de Daniel Delgado Diamante le quitó la vida el 8 de febrero de 1970.
ingresó a la Guardia Nacional muy joven. Nadie se acuerda del porqué, pero para sus compañeros de trabajo Andrés no era Andrés, sino el Zorro García. Su buen ojo y mejor puntería lo llevó a recorrer el país y la región compitiendo en concursos de tiro. Incluso, siempre era el soldado designado para salir de cacería cuando la comida, en el cuartel, no alcanzaba para todos.
Tuvo tres hijos con su esposa Jean Black: Anabella, Nancy y Andrés.
El domingo en que murió, paradojas del destino, Andrés García debía quedar acuartelado entrada la tarde, porque al otro día, temprano, salía junto con sus compañeros a una competencia de tiro en la Zona del Canal. Su equipo –sus amigos– salió esa mañana triste de lunes hacia la competencia con una baja: faltaba el Zorro.
FÉLIX SERRANO RODRÍGUEZ, EL OTRO MUERTO
El 17 de abril de 1983 apareció flotando en las aguas de la playa de la isla de Naos –en la zona de Amador– el cadáver de Félix Antonio Serrano. Estaba vestido, portaba su billetera, algunas monedas en su pantalón y su reloj, que tenía detenidas las agujas marcando la 1:00.
Según el informe de la Comisión de la Verdad –publicado en 2002–, Serrano trabajaba como administrativo en la antigua Compañía de las Fuerzas de Defensa “Victoriano Lorenzo”, ubicada en Fuerte Amador. La tarde del viernes 15 de abril de 1983 acudió a una fiesta que organizó el cuartel. Esa fue la última vez que se lo vio con vida.
Su certificado de defunción –según la Comisión de la Verdad– concluyó que Serrano murió a causa de una fractura de bóveda y base del cráneo. “Los familiares –indica el documento– obtuvieron información de que la víctima había sido golpeada con una manopla y que el posible responsable de la muerte fue el capitán Daniel Delgado Diamante”.
La versión que los militares les dieron a los familiares de Serrano, en esa época, fue distinta: dijeron que su muerte se trató de un accidente. Además, los familiares recibieron evasivas y amenazas por parte del personal del cuartel.
El 23 de agosto de 1983, el Tribunal Superior de Justicia dictaminó el sobreseimiento del caso. Luego, el hermano de la víctima –Bolívar Serrano– logró una reactivación del expediente que, al final, no llegó a buen puerto.
La Comisión de la Verdad concluye que “hay elementos de convicción suficientes para concluir que Félix Serrano fue ejecutado, arbitrariamente, por agentes estatales” y que su muerte fue “encubierta por las autoridades” .
El 1 de septiembre de 2008, la Red Ciudadana Democrática presentó ante la procuradora de la Nación, Ana Matilde Gómez, un pedido para que le solicite al Segundo Tribunal Superior de Justicia que reabra el caso con el fin de que se practiquen nuevas pruebas.
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